Espiritualidad natural

Habitar con madurez y completud todo lo que somos requiere de entrega, práctica y un caer en la cuenta. Enraizarnos, centrarnos y habitar el silencio nos ayuda a diluir las limitaciones y bloqueos que hemos ido adquiriendo a lo largo la vida. Comenzamos entonces a encarnar el gesto y la forma de estar y ser en el mundo que nos corresponde. Abriéndonos a una espiritualidad natural que es inherente a todo ser humano:

  • Reconocimiento de la propia libertad interior
  • Apertura a la claridad mental
  • Resurgimiento de la espontaneidad, intuición y alegría
  • Contacto profundo con la belleza,
  • Expresión del potencial interior
  • Sensación de pertenencia y tranquilidad
  • Contacto y respeto profundo por la naturaleza
  • Sentimiento de agradecimiento y amor
  • Sensación de plenitud y armonía.

SOBRE MI

Nuria Martínez Brunet

Enseñante Zen y Leibterapeuta.

(BaHons) International Business Administration y dimplomada en Marketing.
Formada en Leibterapia Personal en Presencia Zen con Laia Monserrat en la línea Zen K.G. Dürckheim durante 4 años y
formada en Psicología Budista en Global Sangha con David Brazier en la linea budista de Tierra Pura durante 3 años.

Desde el 2009 estudio y me formo en terapia zen y meditación zen con Rafael Redondo Barba en la línea Wiligis Jäger, y en múltiples vías del yoga: KriyaYoga, Yinyoga, Yoganidra, Yoga Dinámico...

Miembro de la Buddhist Psychology Graduates Society liderada por David Brazier donde trabajamos en el desarrollo y comprensión de esta corriente terapéutica.

Miembro de la asociación Zen & Management para el Bienestar Integral en las organizaciones liderada por Laia Monserrat donde damos servicios y asesoramiento a empresas dirigidas a un Bienestar Integral.

Dirijo desde el 2022 un centro de meditación zen y terapia corporal llamado Hara en Bermeo.


Hara

Hara quiere decir «vientre», pero en un sentido más profundo hace referencia a una actitud humana liberada del pequeño yo, que se halla anclada a la realidad terrestre, asentada en la roca que le permite alzarse hacia otro lugar, hacia lo Otro.

Establecida en el Hara la persona, segura, puede decir que se halla libre del miedo y descubrir en sí misma las fuerzas de la vida, que allí en el yunque del bajo vientre se transforman y renuevan.

La persona asentada en el Hara vive su cuerpo con la soltura de quien, libremente, se da permiso a sí mismo para abrirse, cerrarse, re-encontrarse.

Estar anclada ahí, en el Hara, no significa sin embargo, haber concluido el camino de transformación, sino sencillamente haberlo cimentado. Y ello porque el verdadero centro del ser humano es más sólido aún que el centro terrestre del bajo vientre, ya que éste tan sólo representa eso, la cimentación firme del roquedal del que emanará otro centro superior, donde se establece el logos de las fuerzas espirituales. En donde el ser humano encuentra su sentido, su fuerza y su gran amor.

En un aspecto simbólico, el centro verdadero es el corazón, fusión integradora del cielo y de la tierra.

La persona traspasando su pequeño ego, puede así elevarse como un todo, mas no como un simple eslabón entre cielo y tierra sino como, en palabras de Dürckheim, la unión de uno y otra en una conciencia iluminada.

Así que el corazón simboliza a la persona como hija del cielo (Ser) y de la tierra (vida).

La misión del ser humano en la tierra es convertir esos momentos numinosos en estables, siendo testigo firme de su doble origen.
(…)
Rafael Redondo Barba