Habitar con madurez y completud todo lo que somos requiere de entrega, práctica y un caer en la cuenta. Enraizarnos, centrarnos y habitar el silencio nos ayuda a diluir las limitaciones y bloqueos que hemos ido adquiriendo a lo largo la vida. Comenzamos entonces a encarnar el gesto y la forma de estar y ser en el mundo que nos corresponde. Abriéndonos a una espiritualidad natural que es inherente a todo ser humano:

  • Reconocimiento de la propia libertad interior
  • Apertura a la claridad mental
  • Resurgimiento de la espontaneidad, intuición y alegría
  • Contacto profundo con la belleza,
  • Expresión del potencial interior
  • Sensación de pertenencia y tranquilidad
  • Contacto y respeto profundo por la naturaleza
  • Sentimiento de agradecimiento y amor
  • Sensación de plenitud y armonía.